Amigas el día de hoy les regalo un tama que me apasiona lo que es la participación de la mujer en la GUERRA CRISTERA y en especial les quiero compartir sobre la soñadora:
MARÍA GOYÁZ
La Generala
Y AQUELLAS FÉMINAS CRISTERAS
U
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na de las conflagraciones más espantosas que ha sufrido el suelo mexicano, ha sido sin lugar a dudas la Cristera, redimida por religiosos, laicos y millares de mujeres católicas que lidiaron a la par que sus consortes…
Lindando apenas las primeras horas del día 3 de noviembre de 1927 arribaron a la localidad de Colima, derivados de Guadalajara, 3 mozas, mujeres tan recatadamente vestidas que parecían ir a misa. Aquello era
poco viable: el trance entre el clero católico y el gobierno mexicano
había provocado la clausura de santuarios por todo el país.
Eran
la generala de división Sara Flores Arias, la capitana segunda Faustina
Almeida y la tenienta María de los Ángeles Gutiérrez, porciones
esenciales de las brigadas ‘Santa Juana de Arco’, y arribaban a
Colima para instituir el batallón femenil que resguardaría las ofensivas
y ordenamientos de sabotaje de las facciosas cristeras. Como ellas, centenares de aguerridas féminas transitaban la república para:
“…luchar por todos los medios, inclusive con las armas, para preservar en México la fe verdadera”.
Las brigadas femeninas fueron imaginadas por los jaliscienses Luís Flores González y su consorte, María Ernestina Goyaz Camberos, o solo María Goyaz, con el apelativo de batalla de “Celia Gómez”, treintañera apenas, heredera de Francisco Goyáz, administrador de El Cruzado, periódico católico de Guadalajara, liderado por el escritor Agustín Yánez; objetivo:
favorecer a los “cruzados”, campesinos cristeros que batallaban al
ejército federal, como enfermeras, espías y recolectoras de dinero,
provisiones y pertrechos militares, además de procurarles refugio,
auxiliarlos a escapar y servir como correos. También estarían prestas a blandir armas y acción cuando fuera imperioso.
Para
desenvolver el proyecto contaron con el respaldo de la Unión de
Empleadas Católicas de Guadalajara, que agrupaba a oficinistas,
costureras, sirvientas y empleadas de mostrador. Para junio de 1927 Flores y Goyaz y reclutaron en Zapopan, Jalisco a las iniciales 17 componentes de esta colectividad femenina.
SACRIFICIO Y SIGILO. Poco se sabe sobre las brigadas femeninas porque, apenas finiquitada la guerra en 1929, el arzobispado de Guadalajara mandó dar cuenta de toda documentación tocante, para resguardar a las sobrevivientes. Cuentan, por decires, que las brigadas estaban constituidas como sociedad secreta. Antes de darles admición, las pretendientes juraban de rodillas, en solemne ceremonia religiosa, con el rostro mirando a
un altar improvisado en el que se situaba la imagen de la virgen de
Guadalupe, un Cristo y la bandera nacional, dar la vida por la fe y no
revelar detalle, ni siquiera a familiares cercanos, de las labores de la
organización, bajo condena de perder la gracia divina y agarrar fuego
eterno.
En el tratado ‘Matar y morir por Cristo Rey’, el psicólogo Fernando González muestra el pasaje del juramento:
“Yo,
NN, con objeto de cooperar al triunfo de la libertad religiosa, juro,
en el nombre de Dios, no revelar a nadie que no fuera mi superior
legítimo, los trabajos y la existencia de las brigadas femeninas de
Santa Juana de Arco. Me comprometo bajo palabra de honor a
obedecer fielmente las órdenes de esta corporación, sin menoscabo de
mis obligaciones, especialmente familiares. Juro que
aunque me martiricen o me maten, me halaguen o me prometan todos los
reinos del mundo, guardaré eterno secreto absoluto sobre la existencia y
actividades, nombres de personas, domicilios y signos que se refieren a
las brigadas. Con la Gracia de Dios, primero moriré que convertirme en delatora”.
Las brigadistas consagraron días y noches a elaborar o conseguir, así como transitar municiones, armamento y pertrechos. Para sufragar los trabajos recibían dádivas de clérigos, familiares y sectarios de los cristeros. Ellas mismas se
obligaban a desempeñar alguna diligencia retribuida, que les
consintiera tributar a la causa al menos ‘unos centavos’ cada jornada.
Cada brigada estaba agregada por 750 mujeres. A la delantera iba una coronela, asistida por una tenienta coronela y 5 mayoras. Seguían en el hilo de mando ramilletes de capitanas, tenientas y sargentas. Había 30 muchachas por pelotón, bajo la potestad de una tenienta. Todos los destacamentos contaban con 5 encargos: guerra, enlace, finanzas, informes y beneficencia.
mujeres católicas que lucharon al lado de sus consortes, apenas a los 30 años ya habían tomado decisiones importantes: dar la vida por la causa, brigadas e 750 mujeres wowwwww muy interesante tu publicación Aurora me pone a pensar el papel de la mujer de nuestro tiempo y la urgencia de liderazgos con sentido humano que abanderes las grandes causas de nuestro tiempo
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